¿La caficultura colombiana está próxima a enfrentar una crisis?
El cuestionamiento sobre la crisis del café en Colombia parecería ser una pregunta retórica. Según los hechos existe una profunda preocupación en la industria por la fuerte caída de los precios del grano, la reducción de la producción y el conflicto entre la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) y el gobierno colombiano.
A esto se suman factores como el aumento del costo de los insumos, la falta de mano de obra, las afectaciones por el cambio climático y el aumento de importaciones de café de baja calidad desde países como Brasil, Vietnam, Perú y Ecuador.
Internamente, el riesgo para las cerca de 500 000 familias que se dedican al cultivo del café es evidente. Gran parte de los pequeños productores, actualmente, no alcanzan ni siquiera a cubrir los costos de producción. A nivel internacional el café colombiano viene perdiendo cuota en el mercado global frente a otros orígenes.
Para comprender mejor esta problemática, conversé con dos expertos: Luz Stella Reyes, administradora del área comercial para mercado interno y exportaciones de la Cooperativa Multiétnica y Pluricultural de Pequeños Caficultores del Cauca (COMEPCAFE), y Eduardo Libreros, quien trabajó en la FNC cerca de 25 años en la oficinas de Nueva York, Bruselas y Bogotá para posteriormente dedicarse a proyectos particulares. Continúa leyendo y conoce qué me dijeron.
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Las crisis cafeteras entre el precio, el cambio climático y la pandemia
En los últimos años, el mercado ha tenido fluctuaciones de precio, con afectaciones a la caficultura colombiana, en especial para los pequeños caficultores. Luz Stella señala que entre 2008 y 2010 hubo un impacto en la producción del país debido a un ataque de roya. Esto obligó a una renovación de los cafetales a nivel nacional.
“En los años posteriores, el protagonista de la crisis ha sido el cambio climático. En 2016, tuvimos un fuerte verano que afectó las cosechas en términos de calidad. Después, vinieron ciclos de lluvias excesivas que perjudicaron los niveles de producción. En 2020, llegó la pandemia, que trajo una crisis marcada por la escasez de insumos y el alto costo de los fertilizantes”, apunta Luz Stella.
Actualmente, según Eduardo, la situación se ha visto condicionada por temas como la caída del precio del dólar, y la respectiva revaluación del peso colombiano, la inflación y la falta de mano de obra en el campo.
Existen tres aspectos importantes que contribuyen a agravar la crisis. La caída del precio interno del café, la baja productividad en las fincas y los conflictos entre la FNC y el actual gobierno colombiano.
El precio de una carga de café (125 kg en pergamino) en Colombia costaba en octubre de 2022 unos US $596,00. Hoy, esa misma carga se paga a US $315,00, una caída cercana al 50 %.
Luz Stella comenta que, en el Departamento del Cauca, el costo de producción de una arroba de café alcanza los US $34. En contraste, el precio que se paga por esa arroba en el mercado es de US $32. Es decir, que los caficultores están trabajando a pérdida.
Al mirar los precios internacionales en la Bolsa de Valores de Nueva York, hace un año el café colombiano se vendía a US $2,18 por libra. Hoy, se cotiza en US $1,61. Además, la producción de café en el país ha disminuido aproximadamente 13 % en los últimos 12 meses. A junio de 2023, llegó a 10,7 millones de sacos, frente a los 12,3 millones del año anterior.
Una bonanza artificial en 2022
La constante volatilidad del precio mantiene en crisis permanente a los caficultores colombianos. “Estamos a la vuelta de la esquina de una crisis muy grave. Los productores, con estos precios, ni siquiera llegan a cubrir sus necesidades básicas de alimentación, educación y salud. Esto desmotiva el recambio generacional en la caficultura, afectando los niveles de producción en un futuro cercano”, señala Luz Stella.
Ella agrega que en 2022 Colombia vivió una “mal llamada bonanza”. El año pasado se pagaron precios muy altos por el café, determinados por una caída en la producción de Brasil, el principal productor global “pero el país tuvo una producción muy baja. Esto fue provocado por problemas en la fertilización. No se cumplieron los programas por los altos costos de los insumos o por fertilizantes más baratos que no tenían una composición adecuada”.
Según Eduardo, “todos estos factores combinados se traducen en una reducción del margen neto de producción. Por ende, en un problema muy serio para los cafeteros. En primer lugar para quienes tienen predios muy pequeños y dependencia marcada de esta actividad”.
La crisis que se avecina se pronostica muy profunda. Más de 2000 caficultores de los departamentos de Tolima, Huila, Risaralda, Quindío, Cauca, Valle del Cauca, entre otros, se manifestaron en las calles de Armenia el 17 de agosto pasado, en lo que denominaron la Protesta Nacional Cafetera.
Los productores manifestaron su inconformidad con los bajos precios del grano, la revaluación del peso colombiano, además del acceso a financiamiento y ayuda para cubrir créditos adquiridos con un dólar fortalecido y precios del grano que se pagaban casi al doble del actual. Dijeron que, de no escuchar sus demandas, el sector podría ir a un paro indefinido.
Una crisis que enfrenta a la FNC y al gobierno colombiano
La crisis de la caficultura colombiana ha llevado a un conflicto con tinte político entre el gerente de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), Germán Bahamón, y el presidente de la República, Gustavo Petro.
Durante una visita a Pitalito, Huila, la segunda semana de agosto, Petro habló con los productores de café de esa región y cuestionó la dirigencia de la Federación Nacional de Cafeteros. “Si la Federación no se reestructura, se acaba el contrato con el Fondo Nacional del Café”, advirtió el presidente.
Es decir, amenazó a la FNC con quitarle la administración de este fondo, una cuenta parafiscal conformada por dineros considerados públicos que se nutre principalmente de la contribución cafetera pagada por cada libra de café exportado y cuyo contrato con el gobierno está vigente hasta 2026.
Petro también afirmó en ese encuentro que, en la actualidad, los dirigentes del gremio viven “como en la vieja época del café, mientras que hay un mundo cafetero empobrecido que vive en las regiones excluidas”.
Por su parte, Bahamón ha tenido un tono más conciliador e incluso ha invitado a Petro a tomarse un tinto en Juan Valdéz. El gerente de la FNC manifestó estar abierto al diálogo con el mandatario y explicó que las relaciones entre el Gobierno y la Federación son clave.
“Gracias a la buena relación entre el gremio cafetero y el gobierno nacional se han logrado los más importantes avances en beneficio de la caficultura, del café colombiano y de las familias cafeteras del país”, señaló.
Sobre la reestructuración de la FNC, Bahamón dijo en un importante medio del país: “nosotros hemos empezado una reestructuración en búsqueda de eficiencia de la Federación y además en el tema de reindustrialización, apoyo al desarrollo económico de la agricultura cafetera y la potencialización del comercio exterior”.
En la misma línea, el presidente del comité directivo de la FNC, Eugenio Vélez Uribe, aseguró que tanto el gobierno como el gremio trabajarán en mesas técnicas para buscar resultados a corto plazo para atender la coyuntura que viene atravesando el sector, al tiempo que se mejora la productividad.
Las consecuencias de la crisis
Para Luz Stella, las consecuencias de esta crisis, con disputa política incluida, están a la vista. “La disminución en la producción es un hecho por la falta de fertilización adecuada. Los bajos ingresos están desmotivando a los caficultores y si la situación continúa el recambio generacional será inviable. Los jóvenes no avizoran un futuro próspero en el campo”.
Los bajos precios han llevado a muchos caficultores a reemplazar el café por otros cultivos, como cítricos y el aguacate Hass; sin embargo, se encuentran con la misma problemática agrícola. Esto, según Luz Stella, “ha provocado que muchos opten por regresar a cultivos ilícitos”.
La baja productividad también condujo a la entrada de café importado de baja calidad para solventar la demanda interna. La crisis ha llevado a la entrada ilegal de Robusta de Brasil, Vietnam y Ecuador. Al punto de generar un escándalo en julio de este año. Almacafé, la legendaria trilladora de la FNC, adquirió cerca de 7000 sacos de café que no eran 100 % colombianos sino que estaban mezclados con Robustas extranjeros.
El escándalo se destapó después de que Buencafé, la fábrica de café liofilizado de la Federación, rechazara un lote comprado por Almacafé porque estaba mezclado con Robusta de muy baja calidad. El tema conlleva gravedad debido a que la promesa de valor de Buencafé es que sus granos son producidos exclusivamente en Colombia.
A todo esto hay que añadirle la llegada del Fenómeno del Niño. Esto, indudablemente modificará las condiciones de lluvias y provocará sequías extremas. Las cosechas se afectarán como parte de la problemática del cambio climático.
Tanto Luz Stella como Eduardo coinciden en que las consecuencias de la crisis las sufrirán especialmente los pequeños productores. Serán las zonas y municipios cafeteros del país los que sentirán una desaceleración económica importante.
¿Hay soluciones a corto plazo?
El problema es complejo y buscar soluciones también. El mercado internacional continúa afectado por el aumento de la inflación en los países consumidores. Por eso, la demanda de café de bajo costo como pasillas y Robustas va en aumento.
Por otro lado, el mercado de los cafés especiales es una opción. A pesar de eso, “para los pequeños caficultores producir granos de especialidad. Implica retos de tecnología, infraestructura y financiamiento que no todos pueden cumplir”, comenta Luz Stella.
Ella opina que se debe fortalecer a las cooperativas locales dotándolas de capacidad financiera para mantener a los caficultores produciendo café y motivando a las nuevas generaciones a quedarse en el campo con ingresos dignos.
Otra solución viable es establecer acuerdos entre el gobierno y la FNC para activar un fondo de estabilización de los precios del café. Así, los productores no estarán totalmente vulnerables ante las variaciones del mercado.
En definitiva, los hechos demuestran que la caficultura colombiana atraviesa una crisis que requiere de acciones concretas y rápidas para que no se agrave. De lo contrario, cada vez será más difícil disfrutar de un buen café 100 % colombiano, ya sea en las tiendas locales o en las cafeterías internacionales.
El trabajo conjunto y los acuerdos entre los diferentes actores involucrados en la industria serán entonces determinantes para evitar que los caficultores y sus comunidades sigan enfrentando las consecuencias de esta situación.
¿Disfrutaste este artículo? Entonces lee nuestro recorrido por algunas zonas cafeteras de Colombia, segunda parte
Créditos de las fotos: COMEPCAFE.
PDG Español
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