¿Cuáles son los costos ocultos de las fincas cafeteras?
La tendencia al alza, sostenida en los últimos trece meses, del precio internacional del café despierta entusiasmo en los productores y comercializadores del grano, sobre todo, en el continente americano.
Desde noviembre de 2020 la cotización del café en la Bolsa de Valores de Nueva York no ha hecho más que repuntar y llegó a US$2.5 por libra. Este acontecimiento podría despertar el júbilo en todos los eslabones de la cadena de suministro pero, desafortunadamente, no es así.
Aunque la mayor recuperación del precio cafetero visto en una década debería tener felices a los productores, no parece suficiente un incremento de más del 600 % teniendo en cuenta los costos ocultos de las fincas cafeteras. Para profundizar en este tema hablé con un experto en agronegocios y con dos cultivadores. Sigue leyendo para conocer qué me dijeron.
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Los costos ocultos y sus diferentes tipos
Existen motivos para que algunos se aventuren a proponer un precio estimado fijo del café de especialidad, que refleje los costos reales o, al menos, más cercanos a la realidad que implica el recorrido de los granos hasta llegar a la taza.
Como sucede en cualquier proceso productivo para crear un bien o servicio, en la cadena de suministro del café existen costos ocultos, o fantasmas, que son difíciles de identificar. Generalmente, se pasan por alto por múltiples factores y no se calculan con precisión.
Estos costos que no se cuantifican dejan por fuera una fuente de ganancias con el potencial suficiente para ayudar a los caficultores a mejorar sus sembradíos, a elevar sus condiciones socioeconómicas y, en últimas, a aportar mayores beneficios a la cadena de valor.
El contexto cambia dependiendo del país, la región, el mercado interno, la condición de los suelos, la capacidad de procesamiento, la maquinaria, la fuerza laboral en cada cosecha o la variedad de café cultivada pero, en general, existen costos compartidos en cualquier zona dedicada a la caficultura.
Algunos ejemplos son: la fertilización de las plantas y su cuidado a lo largo del año, la mano de obra para la recolección de la cosecha, el proceso de beneficio del grano, etc.
En todo ese encadenamiento productivo existen eslabones perdidos que no siempre se cuantifican y quedan por fuera de las estructuras de costos reales que exige una carga de café de especialidad. Al final, esto representa la pérdida de un margen de ganancia que se deja de considerar y que, es probable, cambie según el caficultor, por sus condiciones en terreno, pero que son necesarios al momento de proyectar la sostenibilidad de la actividad comercial.
La cotización del precio internacional del café ha estado al alza hace más de un año; no obstante, los costos tradicionales como la fertilización, también, se han disparado. En el caso de la Finca Terrerito de Honduras, Al López, su fundador, calcula estas alzas en más del 300 % en los meses recientes. Ese diferencial en el costo de producción y la rentabilidad vuelve a inclinar la balanza hacia los riesgos de pérdida.
Infraestructura
Uno de los costos ocultos que señalan algunos cultivadores se encuentra en la infraestructura. Después de la inversión inicial en la adecuación de la finca, queda por descontado que la maquinaria y el equipamiento usado en la siembra y cosecha del café deba contabilizarse. Por lo tanto, el valor de este recurso se desvanece en las cuentas y se fija la atención en el resto de la secuencia de producción.
El desgaste de la infraestructura, que cada cierto tiempo exige inversión, muchas veces se escapa a los números reales de los productores, de modo que cuando llega el momento de recuperar o volver a invertir en los implementos necesarios para seguir produciendo, crea un desfase en la contabilidad.
Las tierras pueden estar inmersas también en ese costo oculto. Los caficultores consultados sobre el tema, en la actualidad, producen sobre terrenos que fueron heredados, en muchos casos con cultivos ya crecidos y puestos en funcionamiento por una nueva administración.
El área cultivable usada para la caficultura, en cualquier caso, debe ser cuantificada en la estructura de costos. Esa es al menos una de las advertencias que hace Víctor Hernández, Subgerente de Banca Agropyme en el Banco Hipotecario de El Salvador y asesor de inversión en agronegocios.
Crisis medioambiental
El cambio climático es un hecho real que se puede evidenciar en muchos aspectos de la vida cotidiana. El aumento de la temperatura global impacta de manera directa en la agricultura y plantea retos cada vez mayores. La escasez de agua en muchas fincas exige que se deban hacer adecuaciones para contar con este elemento esencial para la producción de alimentos.
Por ejemplo, para proveer de agua suficiente a su Finca Terrerito, ubicada en el departamento de Copán, en el occidente de Honduras, Al debió construir un sistema de almacenamiento que le brinde a sus cultivos este recurso en tiempos de sequía o escasez.
Orden público
En los países productores de café en América Latina, muchas regiones adolecen de problemas de orden público. Por algunas zonas agrícolas circulan grupos armados al margen de la ley que imponen sus reglas. En su accionar, exigen a los lugareños una cuota extorsiva para sacar sus cosechas sin mayores traumas.
Es el caso de países como El Salvador, Honduras o Colombia, muchas veces, las bandas criminales imponen el terror y les usurpan a los campesinos la renta de su producido. Sin la protección o vigilancia de las autoridades, las pandillas son hoy una carga bastante pesada para la seguridad alimentaria en muchas zonas de la región.
Crisis sanitaria global
La mano de obra en fincas ha sufrido una diezma considerable por cuenta del covid-19. Parte de la fuerza laboral enferma y debe ser reemplazada de inmediato para poder sostener el ritmo de recolección en plena cosecha sin desamparar a los trabajadores en cuarentena.
Al cuenta que, en la mejor parte de la recolección, enero-febrero de 2022, no puede contar con el 100 % de los trabajadores pues, además del covid-19, cunde ahora mismo en Honduras una afección respiratoria que ha dejado en convalecencia a una buena parte de la nómina.
En su caso, “es un costo escondido que no entra cuando uno está haciendo un análisis económico y ya es significativo. Te digo que yo tengo doce, por ejemplo, es un 10 % de mi fuerza laboral”.
La familia en la cadena de suministro
Cerca de 540 000 familias se dedican a la caficultura en Colombia. Integran un modelo de economía a baja escala que en muchos casos no llega a poseer más de una hectárea de tierra cultivada de café.
Una de esas familias es la de Miguel Ángel García, agrónomo y caficultor en el departamento de Norte de Santander. Según su experiencia y cálculo, el trabajo en familia (esposa, hijos, parientes cercanos, etc.) no siempre entra en los cálculos del precio final del grano.
Cuenta que “no estamos cuantificando el tiempo que pasamos a veces con nuestros familiares haciendo algunas tareas, que, porque son pequeñas, entonces no buscamos quien las haga si no que nosotros mismos las hacemos y a la hora de sacar los costos, las olvidamos y no las tenemos en cuenta”.
El Salvador podría perfectamente replicar este caso. Ahí, según el informe del Consejo Salvadoreño del Café, alrededor del 90 % de la producción nacional la aportan familias cultivadoras.
¿Cómo reducir esta problemática?
Víctor ve necesario que los productores, sobre todo a una escala pequeña y familiar, tengan una mejor capacitación para la administración de sus fincas. Generar conciencia para que los caficultores vean sus pequeños cultivos como una empresa y le den un tratamiento riguroso a la administración de todo el encadenamiento productivo.
Al coincide con eso y asegura que en muchos casos “desafortunadamente no tenemos el nivel de educación como las otras industrias. Muchos de nosotros apenas podemos leer, escribir. Entonces no nos ponemos a hacer un análisis económico, financiero, verdaderamente válido”.
Por su experiencia en el mundo de las finanzas y la industria cafetera, Al piensa que para compensar esos costos ocultos es necesario fijar un precio internacional superior al actual. Se arriesga a afirmar que no menos de US$3.0 por libra sería un precio justo para los caficultores.
Establecer un precio fijo, además de hacer justicia al trabajo que no es cuantificado en todo el proceso, animaría a mejorar la calidad del café de especialidad y posibilitaría encontrar variedades más competitivas en mercados fuertes como Estados Unidos o Europa.
Por su parte, Miguel Ángel sostiene que los trabajos ejecutados entre miembros de la familia deberían verse reflejados en el precio de venta final al cliente; sin embargo, advierte que, en el caso colombiano, los productores pequeños como él se ven exigidos a vender a las cooperativas que trasladan la cosecha a la Federación Nacional de Cafeteros, que fija el precio de acuerdo a la cotización en la Bolsa de Nueva York.
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Créditos de las fotos: Al López, Rober Vivas Montealegre.
PDG Español
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