Recolectores de café: cada vez más escasos y lejos del relevo generacional
Podría decirse que el trabajo más duro en la producción del café, desde que se siembra hasta que llega a la taza, es la recolección. Es una labor pesada que se realiza a merced de las inclemencias del tiempo y por la que, desafortunadamente, se paga poco.
En consecuencia, actualmente, menos jóvenes quieren dedicarse a la recolección y los productores tienen, cada vez, más dificultades para encontrar mano de obra. Esto genera un ciclo en el que todos pierden ya que el relevo generacional es necesario para el bienestar de las poblaciones rurales.
Para profundizar en este tema hablé con tres expertos que conocen de cerca esta problemática y que cuentan su punto de vista sobre el futuro de un campo cada vez más envejecido. Sigue leyendo para conocer lo que me dijeron.
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El campo y sus dificultades
De acuerdo con la Fundación Fairtrade, cerca de 125 millones de personas dependen del café para vivir y los recolectores son quienes se encuentran en el eslabón más vulnerable debido a la precariedad de su empleo. Las épocas de cosecha duran pocos meses y en aquellos países en los que solo hay una al año, deben buscar la manera de subsistir trabajando en otros cultivos y zonas geográficas.
Un gran porcentaje de ellos son nómadas y en muchos otros países productores hacen parte de un sector económico no oficializado. A las dificultades inherentes al trabajo, la pobreza y los problemas de orden público han obligado a gran parte de la población rural a desplazarse a las ciudades. Asimismo, la escasez de jóvenes y su impacto en el relevo generacional, preocupa a los dueños de fincas porque cada año les resulta más difícil encontrar nuevos trabajadores.
Según el último estudio realizado por la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (FNC), la edad promedio de los hombres recolectores es de 42 años y de las mujeres es de 39. El estudio señala, además, que los hombres “tienden a trabajar hasta edades más altas que las mujeres. La proporción de hombres por encima de 65 años que aún permanece en la actividad supera en más del doble la proporción de mujeres”.
La situación no es muy diferente en los países productores Centroamericanos. En ellos, la posibilidad de emigrar hacia el norte es una opción adicional para los jóvenes que buscan huir de la pobreza.
Los efectos de una mano de obra envejecida
Santiago Patiño, en su Finca El Ocaso, en Salento, Quindío, cuenta cómo en Colombia el envejecimiento del campo y el consecuente déficit de mano de obra es un problema latente. “Hace dos años se manejaban 25-30 trabajadores pero, actualmente, la cosecha la recogemos con 20-15 trabajadores”.
Pese a que hoy en día produce menos café que hace dos años, debido al clima, los recolectores con los que cuenta, cada año, son más difíciles de conseguir. “Hay una gran problemática en este momento a nivel país. En Colombia la edad de la gente que trabaja en el campo ha ido aumentando y los jóvenes no quieren entrar a ser parte de la recolección de café porque es un trabajo muy arduo”.
En la Finca Buena Vista, en Planadas, Tolima, la situación no es diferente. Astrid Medina, su propietaria, es testigo de cómo los jóvenes cada vez están menos interesados en el trabajo del campo. “Cada vez escasean más los recolectores. Los dueños de finca somos mayores, no hay casi jóvenes en el campo”.
En Colombia, durante la temporada de cosecha, son necesarios unos 135 000 recolectores. Antes, esta mano de obra tenía entre 20 y 40 años, hoy en día, no es fácil encontrar trabajadores con menos de 40 años. Además, no contar con mano de obra suficiente representa un gran problema cuando la recolección no se hace de manera homogénea.
“Por la extensión de la finca el café se empieza a madurar y algunos lotes tal vez se pueden empezar a secar y se va perdiendo producción. No se puede recolectar la misma cantidad con 15 trabajadores que con 20 o 25, necesarios para darle toda la vuelta a la finca y recoger los lotes en el tiempo adecuado”, cuenta Santiago.
¿Qué prefieren los jóvenes?
Con el auge de los cafés especiales, el interés de los jóvenes en áreas como el barismo o la comercialización ha aumentado visiblemente. “Los jóvenes prefieren otras áreas en el sector del café porque el trabajo en el campo es muy difícil, duro y no hay garantías de que sea bien remunerado”, explica Nidia Moreno, ingeniera agrónoma y con experiencia en proyectos educativos en el sector.
“A veces es el mismo caficultor el que dice que no quiere que su hijo se quede en la finca. Obviamente que ante esa presión los jóvenes prefieren no quedarse allí pero los que deciden quedarse ven atractivos otros eslabones de la cadena, no el cultivo”.
Astrid lo ve de la misma forma y cree que la pobreza en la que viven muchas familias es la que hace menos atractiva la recolección frente a cualquier otra oportunidad de trabajo en el sector del café. “Si uno no tiene una vida digna y si sus padres no tienen una vida digna con salud, recursos y un buen dinero, los hijos no quieren vivir lo que viven sus padres”.
Ante esta perspectiva, los jóvenes que pueden acogerse a programas de educación y profesionalización en el sector del café, prefieren dejar el campo para buscar un trabajo mejor pago y la posibilidad de acabar con el legado de pobreza en el que muchos de ellos crecieron; sin embargo, son pocos los jóvenes que, viniendo de familias recolectoras, pueden especializarse en otras áreas del café porque el afán por la subsistencia limita sus oportunidades de progreso.
¿Cómo enfrentar esta problemática?
Ante la escasez de recolectores y la preocupación por no tener suficiente mano de obra para la siguiente cosecha, son pocas las soluciones a las que pueden recurrir los productores.
Si bien en algunos países productores la recolección mecánica es una opción, no aplica en otros, como Colombia, particularmente cuando se habla de recolección selectiva. “Por el terreno en el que nosotros estamos, encima de la cordillera, sería muy dura una recolección mecánica. También, por el tema de calidad. Si se quiere manejar una muy buena calidad no se puede usar una maquinaria para hacer toda la recolección y que se lleve todos los granos verdes, pintones y maduros. La recolección selectiva debe ser manual”, explica Santiago.
Por su parte, Astrid afirma que, en su caso, “la recolección mecánica es imposible porque son cafetales de ladera. En esta zona la gente tiene que sacar el café cargado en el hombro hasta llevarlo al beneficiadero. A veces incluso por el invierno hasta nos quedamos sin vías de acceso, no tenemos vías terciarias. Si no pueden entrar los carros, ¿cómo va a entrar maquinaria?”.
Para enfrentar esta situación, en la finca de Santiago, la solución ha surgido gracias a la mano de obra proveniente de otros países. Gracias a ella, es posible que las cosechas se recojan a tiempo. Ese también es el caso de Costa Rica en donde, según Icafé, más del 60 % de los recolectores son extranjeros.
En las cosechas de los últimos años, en Colombia, el aporte joven viene de la mano de obra venezolana que encuentra en el campo una solución temporal a la crisis a la que se enfrentan como migrantes. Santiago resalta que “las condiciones laborales de los recolectores hacen que la mano de obra extranjera sea una solución a corto plazo ya que otros sectores siempre serán más atractivos y en otras labores se puede ganar lo mismo sin tanto esfuerzo físico”.
Pese a que la mayoría de fincas ofrecen alojamiento y alimentación, el pago a los recolectores no refleja la dureza de su trabajo. El gran problema es que la responsabilidad sobre el bienestar de los recolectores recae por completo en el productor.
Astrid cuenta que para ella no es fácil tener esa carga. “Nos gusta facilitarles todo lo necesario para hacerlos sentir que son parte de la finca, de nuestra familia. Hacerles entender que nosotros sin ellos no somos nada y ellos sin nosotros tampoco pero estamos constantemente en un vaivén económico”.
¿Puede volver a ser atractivo el campo?
Motivar a los jóvenes para que se queden en el campo puede sonar utópico. La falta de oportunidades, el acceso limitado a la educación y a infraestructuras de calidad, y un futuro económico incierto son razones de sobra para que los jóvenes abandonen la labor de la recolección.
Mejorar las condiciones del oficio es un trabajo urgente. Según Santiago, es necesario “buscar medidas que logren asegurar el empleo digno de estas personas. Para poder formalizar esos empleos debemos mirar no solo al productor sino hacia arriba, donde se está generando el dinero”.
Astrid, con dos hijos jóvenes, conoce las inquietudes de las nuevas generaciones y sabe que se debe pensar más allá de las condiciones de trabajo. “Creo que sin duda los jóvenes volverán al campo el día que se vean reflejados allí. Los jóvenes de este tiempo son jóvenes de tecnología y tenemos que tener tecnología en los cafetales. Ellos no quieren trabajar con tantas dificultades sino de una forma más práctica”.
Nidia, por su parte, cree que la escuela es el primer escalón hacia un relevo generacional exitoso. “La educación tiene que ser un aliado fundamental para los niños y las niñas en las zonas rurales. Tiene que ser una educación de calidad, pertinente y de acuerdo al entorno en el que se encuentre la institución educativa”.
La problemática del relevo generacional va más allá de la edad de los recolectores, refleja la urgencia por la acción y la dignificación de un trabajo indispensable para el futuro del café. Sin esta labor, la caficultura no es sostenible.
Astrid confiesa que está muy preocupada por el futuro, “creo que el campo es la razón de ser, no solo del café sino de todos los alimentos. Por eso, el día que las condiciones de vida empiecen a cambiar en el campo y haya tecnificación, oportunidades y educación, aquí van a estar los jóvenes nuevamente”.
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Créditos de las fotos: Diana Fisgativa.
PDG Español
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