3 de enero de 2024

Producción orgánica: ¿la verdadera diferenciación de calidad en el café?

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La agricultura tradicional y a gran escala está mostrando síntomas de agotamiento por las repercusiones en el ambiente, la salud humana y diversos ecosistemas.

Ante la creciente preocupación global por el cambio climático y el uso intensivo de insumos sintéticos en los sistemas de producción de alimentos, algunos países se plantean la posibilidad de acudir a prácticas más responsables.

En ese contexto, muchos se preguntan si la transición hacia una agricultura orgánica podría llevar a los productores de café a alcanzar una calidad diferencial en sus cultivos sin renunciar a la rentabilidad de sus granos.

Para comprender mejor esta alternativa hablé con tres expertos: Diego Carlier de Colombia, Mauricio Leon de Ecuador y Sonia Vasquez de Honduras. Continúa leyendo y descubre sus opiniones. 

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Infraestructura de finca cafetera

Sistemas de producción agrícola de menor impacto

Una de las prácticas de producción agrícola (y en ocasiones pecuaria) más sostenibles es la permacultura. Un concepto originado hacia finales de la década de los 70 por los científicos australianos David Holmgren y Bill Mollison.

En la actualidad, está extendida como una técnica responsable con el medioambiente y consolidada como una corriente que brinda soluciones a problemas complejos para la producción de alimentos.

Desde sus primeras definiciones, la permacultura se ha regido por tres principios básicos. El cuidado del planeta, el cuidado de las personas y la repartición justa de las ganancias o utilidades de la comercialización de los productos. 

Diego Carlier Prada es caficultor de cuarta generación en el departamento de Santander, Colombia. Él conoce bien los sistemas de producción agrarios y define la permacultura como “el concepto más importante que se debería aplicar a toda la producción agrícola a nivel mundial”. 

Según él, “es la manera más inteligente para enfrentar como civilización desafíos importantes de supervivencia como el cambio climático, transformando nuestros recursos de manera sustentable y respetuosa con el medioambiente, siendo colectivamente eficientes y armónicos con el entorno”.

Sin poner en duda sus ventajas como sistema productivo, en el caso del café no logra tener el impacto suficiente para apalancar una transformación del mercado manteniendo el volumen actual y garantizando el éxito de la transición.

Otro desafío de esta técnica en la producción de café es tener los componentes necesarios para mantener la calidad del perfil de taza que hoy exigen los clientes internacionales. 

Por su parte, existen otros sistemas de producción que tratan de respetar los ciclos vitales de los componentes de la tierra y aprovecharlos para fertilizarla sin acudir a sustancias químicas que aceleren los procesos.

Entre los más practicados están la agricultura sintrópica y la regenerativa. Se enfocan en la comprensión de esos procesos naturales que los ecosistemas activan para equilibrar la vida en las zonas de cultivo.

La soberanía alimentaria

La columna vertebral de la permacultura y de otros sistemas similares es justamente evitar en su totalidad el uso de agentes químicos en la preparación y desarrollo de los suelos para el cultivo.

A estos valores se debe agregar un factor crucial para su éxito en las zonas agrícolas de tradición familiar o de baja escala: la soberanía alimentaria.

La permacultura hace posible que los productores poco a poco vayan sembrando otros alimentos que permitan generar opciones de negocio. Al mismo tiempo, pueden proveerse de suficientes productos para alimentar a su familia e incluso a su comunidad. 

Se busca, con este sistema de producción, protegerse de los impactos de las dinámicas de los precios internacionales del café. Por lo general, una caída pronunciada en los precios deja sin utilidades o ingresos a una familia productora. Incluso, vulnera su derecho humano a una alimentación adecuada y digna.

Cerezas de café

El concepto de producción orgánica

En el libro Guía para la caficultura ecológica, los autores Beatriz Fischersworring y Robert Robkamp definen este modelo como “una forma de producción agropecuaria intensiva y equilibrada que trata de buscar una concordancia entre los sistemas tradicionales y las prácticas de manejo de la agricultura ecológica moderna”. 

En ese sentido, la caficultura orgánica piensa en la salud humana y en el impacto que el café pueda tener en ella. 

Kenlly Mauricio Leon es un caficultor de Galápagos, Ecuador. La producción orgánica “es cuidar la salud de la comunidad desde los productos agrícolas. Es ofrecer como resultado final no solo un producto de calidad sino saludable”, dice.

“La implementación de prácticas orgánicas y de permacultura en la producción de café es una perentoria necesidad. Esta dinámica trasciende diferentes dimensiones y permite desarrollar sistemas productivos sostenibles, beneficiosos para el medioambiente, la salud del consumidor, la organización empresarial y la sociedad en general”, afirma Diego. 

Instalaciones de finca cafetera

La transición a una caficultura orgánica

La calidad de un producto no puede medirse solo por los atributos excepcionales de los que goza para conquistar un mercado específico. En cuanto a la caficultura, las fuentes consultadas coinciden en darle un valor especial al impacto social que tiene la producción agroecológica.

Hacer el tránsito a una opción orgánica implica pensar en varios factores. Por ejemplo, el bienestar familiar, la salud de las tierras y, por supuesto, la rentabilidad

Kenlly Mauricio comenta que “la dificultad está en encontrar consumidores que estén dispuestos a pagar por un producto verdaderamente de calidad. La sociedad actual no considera mucho los químicos que consumen en los productos agrícolas”.

Igual que en otras formas de cultivo, el café orgánico no escapa a las ya conocidas desventajas que afronta la cadena de valor. En su caso, Diego lo resume así: “existen diversas dificultades que podemos encontrar los productores durante esta transición. La amenaza más relevante es el bajo precio pagado por la industria a los caficultores. Ese valor no compensa realmente el esfuerzo de producir un café de estas características”.

Ese equilibrio entre producción saludable y precios justos que provean de sustentabilidad a las familias productoras es el gran reto.

Los productores de café a pequeña escala tienen la oportunidad de implementar con más vigor la agricultura orgánica. Al no tener la obligación de sostener un monocultivo, pueden diversificar sus áreas sembradas con productos compatibles con los cafetos y sus necesidades alimentarias.

¿Cómo puede ser más fácil? 

Para Sonia Vázquez, productora hondureña, es crucial que los productores tengan conocimientos sobre:

  •  Diferentes propuestas de cómo hacer agricultura orgánica en las fincas
  • Reglamentos y normativas
  • Certificación 
  • Aplicación en las unidades productivas
  • Registros de las actividades 

“Los productores organizados logran ser más eficientes y rentables en los procesos de transición y certificación orgánica de sus fincas. También, en la búsqueda de mercados que compren su café de forma colectiva”.

Además, afirma que en un mercado cambiante y cada vez más exigente de distintas certificaciones, “los productos orgánicos tienen una vida en anaquel más duradera”, lo que representa una ventaja para productores y comercializadores.

La creciente caficultura orgánica cobra cada vez más importancia en los países productores. Al punto que las formas tradicionales ya no encuentran lugar y es en general la opción más responsable de producir.  

Sonia considera que “el principal recurso de los productores es el suelo. Si se recupera su salud y nutrición, las familias productoras pueden diversificar sus cultivos e ingresos. La agricultura orgánica y la permacultura permiten manejar sosteniblemente el suelo y el agua. Esos recursos están muy ligados a derechos humanos como la alimentación, el acceso al agua y otros”.

¿La verdadera diferenciación de calidad?

En un mercado que cada vez demanda más diferenciación, trazabilidad y perfiles de sabor exóticos, el concepto de calidad empieza a ser más complejo de definir. Aunque la puntuación en taza ha sido, y seguramente seguirá siendo, un factor determinante para establecerla, cada vez más entran en juego otras consideraciones. 

El impacto social, ambiental y económico asociados a la producción toman fuerza no solo entre los consumidores sino entre los mercados y los gobiernos. Un ejemplo claro es la regulación sobre productores que contribuyan a la deforestación o a la degradación de los bosques que ya no podrán ser importados a la Unión Europea.

Teniendo en cuenta que en orígenes como Perú el porcentaje de exportación a Europa alcanza el 50 % de su producción, el impacto de estás regulaciones es enorme. En ese contexto, hay una resignificación de la calidad del café asociada con aspectos que trascienden el sabor y que apelan a factores de mayor complejidad. 

Surge, entonces, una oportunidad para que los productores orgánicos sobresalgan en un mercado que por años ha estado envuelto en malas prácticas y ofrezcan un producto que priorice su salud y bienestar, mientras cuidan también a los consumidores y al planeta. 

Productos orgánicos

Se calcula que los pequeños productores proveen alrededor del 80 % de la alimentación que consumimos a nivel mundial. Así, la agricultura orgánica encuentra un terreno fértil para alimentar de manera saludable a la humanidad, combatir el hambre y tratar de frenar el calentamiento global.

Todo esto, sin renunciar a un estatus de vida digna, con una rentabilidad sostenida y justa para los productores de café.

Dando por hecho los beneficios que otorga el café producido de forma orgánica, queda por delante el enorme desafío de convencer con perfiles de taza extraordinarios a más tostadores y catadores. 

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Créditos de las imágenes: Diego Carlier, Kenlly León, Rober Vivas. 

PDG Español

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